Podríamos decir que la lucha comienza muchisimo antes que el diagnóstico médico. Quizas, con "pequeños" problemitas, a veces rotulados como pasajeros por los médicos, como ser, la pérdida de fuerza de un miembro, o por el movimiento tembloroso de algun músculo (fasciculación)..., muchas veces tildado por los doctores como un mero cansancio de este.
Y así comienza un largo camino de visitas a las distintas especialidades médicas, ya sea traumatólogos, clínicos, y finalmente por derivación tardía, una visita al neurólogo.
Así ocurrió con mi papá, que para cuando fue diagnosticado de estar cursando ELA, la enfermedad ya había avanzado un largo trecho.
Mientras tanto, un sentimiento de ansiedad, miedo, preocupación, pérdida, abatimiento iba acaparándose de nuestros dias.
No todos los médicos están especializados en la enfermedad de Lou Gehrig, o Escelrosis Lateral Amiotrofica. Hay tantas enfermedades motoneuronales que llegar a el diagnóstico conlleva un arduo camino, muchas preguntas, y otro tanto de estudios como ser un electromiograma, estudios de sangre, punción lumbar, un exámen radiológico del sistema nervioso, alguna RMN, algún estudio especial que mide la conducción nerviosa etc. ya que la primera necesidad es descartar otras enfermedades que se parecen a esta.
Es que esta está considerada una enfermedad de baja incidencia si tomamos en cuenta que solo se da entre 4 y 6 personas por cada 10.000 habitantes.
Frecuentemente, seguido al diagnóstico médico sobreviene una mezcla de sensaciones difíciles de transcribir. Miedo, tristeza, desolación, bronca, negación, agobio, procupación, curiosidad por saber más, entre tantas otras.
Lo importante a esta altura es acompañar al enfermo, no dejarlo solo, contenerlo, conversar y sortear todas las preguntas que puedan aquejarlo y si es necesario buscar ayuda de un profesional, para poder transitar estos primeros pasos con una mirada alentadora, positiva y llena de fortaleza espiritual.